Maurits Cornelis Escher, nacido el 17 de junio de 1898 en Leeuwarden (Países Bajos), fue un cautivador artista de muy difícil catalogación; que destacó por sus dibujos y estampas xilográficas, y que es muy conocido por sus teselados, por sus figuras y perspectivas imposibles y por sus espejismos. Toda su obra posee un toque de extrañeza y de anormalidad que resulta fascinante. En gran medida, refleja la tensión que caracteriza todo intento de reproducir una realidad tridimensional sobre una superficie plana; en cambio, en muchos de sus dibujos lo que pretende es anular de entrada toda sugestión espacial. En ambos casos, como si de un prestidigitador se tratara, Escher juega claramente con el observador.
«No deseo describir nada místico. Lo que cierta gente llama misterioso, no es sino un engaño consciente o inconsciente. Todo lo que he querido hacer es jugar un juego, apurar hasta las heces ciertos pensamientos visuales, con la sola intención de investigar los medios de representación pictórica. Todo lo que ofrezco en mis láminas son los informes de mis descubrimientos».
M. C. Escher.
Escher, un mal estudiante
Para Escher, un mal estudiante que tras repetir curso hasta en dos ocasiones no consiguió obtener el título final, la escuela secundaria fue una auténtica pesadilla; a excepción de las dos horas semanales de dibujo, arte en el que despuntó desde muy temprano, aunque sus notas tampoco fueran del todo buenas. Su padre, un ingeniero hidráulico que era conocedor de su talento, quiso que recibiera una formación científica sólida para ejercer después la profesión de arquitecto; y con ese fin, en 1919 comenzó sus estudios en la Escuela de Arquitectura y Artes Decorativas de Haarlem.
Una semana más tarde, aconsejado por un maestro de artes gráficas, y consentido a regañadientes por su padre, Escher cambió la asignatura de Arquitectura por la de Artes Decorativas. Fue en esa época cuando mejoró su empeño como estudiante y llegó a dominar con gran virtuosismo la técnica de grabado en madera; sin embargo, el director de la escuela y su nuevo maestro, al que siempre admiró y veneró, firmaron un informe demoledor en el que aseguraban que era «un joven obstinado, con predominio de intereses literario-filosóficos, falto de ideas propias y de la espontaneidad del artista».
Escher en Italia
En 1922, tras dejar los estudios, Escher llevó a cabo varios viajes a Italia (además de una primera y breve estancia en España); donde conoció a Jetta Umiker, con quien se casó dos años más tarde y se estableció en Monte Verde, a las afueras de Roma, y con quien tuvo tres hijos. Desde entonces y hasta 1935, acompañado por otros pintores con los que se relacionó durante aquella etapa, cada primavera partía en tren, en barco o a pie con la mochila a cuestas, y durante dos meses recorría diferentes rincones del país; acumulando cientos de bocetos de paisajes y escenas urbanas con los que regresaba a casa, agotado y desnutrido, y numerosas y curiosas anécdotas.
En una ocasión, en la que viajaba solo, fue detenido en Castrovalva por los Carabinieri por ser sospechoso de atentar el día anterior contra el rey de Italia. La ridícula sospecha se fundaba en que había llegado de noche como turista y no había participado en la procesión de la tarde anterior. Una mujer le había denunciado por «advertir la expresión de maldad en la mirada del forastero». Lógicamente, al poco tiempo fue puesto en libertad.
Por aquel entonces, Escher era bastante desconocido, no gozaba del favor de la crítica y rara vez vendía una de sus obras. De hecho, más allá de un par de pequeñas exposiciones y de la ilustración de un par de libros, continuó viviendo a costa de sus padres hasta 1951, cuando empezó a mantenerse gracias a la venta de sus grabados.
Su obra, desde aquella etapa, está impregnada de racionalidad, y casi siempre viene acompañada de un texto descriptivo; como si se tratara de un informe que detalla el resultado de una investigación. En ella predomina el interés por lo estructural y no por lo pintoresco. Además, ya se aprecia marcada por el contraste entre el blanco y el negro; por la dualidad que caracterizaba su modo de pensar:
«Lo bueno no existe sin lo malo, y quien acepta la existencia de Dios, tendrá que concederle al diablo, recíprocamente, un puesto del mismo rango. En esto consiste el equilibrio (…). La cosa es en realidad muy simple: negro y blanco, día y noche. El artista gráfico vive de este contraste».
M. C. Escher.
Ese dualismo queda reflejado en La torre de Babel (xilografía de 1928) y en su explicación:
Escher y el Mediterráneo
En 1935, la situación política de la Italia fascista de Mussolini se había vuelto insoportable para Escher y su familia; así que se trasladaron a Châteaux-d´Oex, en Suiza, donde pasaron un par de fríos y muy aburridos inviernos. Aquellos paisajes nevados de montaña que tan poco le inspiraban, y su nostalgia por el mar, les llevaron pronto a cambiar nuevamente de rumbo. Contactó con la Compagnia Adria de Fiume, que organizaba cruceros por el Mediterráneo, y les solicitó alojamiento en sus viajes a cambio de 48 litografías. Sorprendentemente, y a pesar de que nadie en la compañía había oído hablar de él, accedieron a la oferta.
A lo largo del invierno de 1937, Escher y Jetta visitaron numerosos destinos de las costas de Malta, Francia y España, como Marsella o Valencia. En Cartagena sufrió un nuevo y absurdo malentendido con las autoridades, ya que fue tomado por espía y pasó varias horas en la cárcel; pues a un policía le resultó sumamente sospechoso que un extranjero dibujase las viejas murallas de defensa de la ciudad. Una vez más, pronto le pusieron en libertad, pero esta vez le confiscaron los bocetos.
Durante aquel viaje por España, Escher visitó en dos ocasiones la Alhambra de Granada y, asistido por su mujer, copió y estudió con detenimiento sus motivos ornamentales; cimentando así su obra pionera en el campo de la partición periódica y regular de la superficie.
La metamorfósis de Escher
Tras aquella enriquecedora experiencia, Escher y su familia se instalaron en Ukkel, cerca de Bruselas; donde vivieron casi cuatro años. En palabras del propio artista, la mayor parte de los trabajos realizados hasta entonces «son de escaso valor, puesto que se trataba sobretodo de ejercicios de digitación».
A partir de 1938 se concentró cada vez más en el problema de transmitir ciertas ideas personales, ya que la apariencia exterior del paisaje y la arquitectura belgas no le llamaba tanto la atención como durante sus viajes por el sur de Italia. Se alejó así de la reproducción fiel y directa del mundo que le rodeaba y se centró en la concepción de ciertas imágenes interiores. De esa etapa es una de sus xilografías más importantes, Día y noche (1938), donde dos formaciones de aves negras y blancas sobrevuelan unos geométricos y grises campos de labranza, avanzando en direcciones opuestas; las negras hacia un cielo y paisaje diurno y las blancas hacia uno nocturno. Cada paisaje es la imagen invertida del otro:
Abandonó las temáticas paisajistas y comenzó su obsesión por la reflexión, por la simetría, por la infinita continuidad y por las proporciones y estructuras matemáticas, así como por la reproducción de objetos tridimensionales sobre superficies bidimensionales; un terreno, por aquel entonces, apenas explorado.
Desde entonces, proliferaron las estampas de Escher en las que mostraba cómo se podía dividir una superficie en figuras iguales. Estas figuras se limitan mutuamente, sin dejar espacios vacíos; como ocurre en otra de sus más interesantes xilografías, metamorfosis (1939-1940), que aquí aparece dividida en ocho fragmentos:
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, la estancia en Bélgica se volvió complicada, pues entre los belgas existía un fuerte recelo hacia los extranjeros, ya que consumían los escasos alimentos existentes; por ello, en 1941, se mudaron nuevamente a Baarn, en Holanda, donde su producción artística se volvió muy abundante, gracias al predominante clima frío y nublado que favorecía su encierro en el estudio. Aún llevó a cabo algún que otro crucero por el Mediterráneo; no obstante, no trajo consigo la inspiración de antaño.
Escher y sus perspectivas imposibles
Desde 1945, Escher, que ya se había mostrado más interesado por las perspectivas poco habituales que por representar algo determinado (como en el grabado San Pedro, Roma), comenzó a estudiar en serio sus leyes tradicionales; así, durante los años siguientes se pueden encontrar numerosas estampas que muestran puntos que son simultáneamente cenit, nadir y punto de fuga.
Su obra culminante de aquel período, y una de las preferidas del público, es la litografía Arriba y abajo (1947); donde además de demostrar la relatividad de los puntos de fuga, muestra haces de líneas paralelas que convergen:
También, en esos años, Escher manifiesta gran interés por las figuras geométricas elementales; como las esferas, los poliedros regulares, las espirales y, años más tarde, las cintas de Moebio. Interés que tiene su origen en su admiración por los cristales, y que se ve reflejado en muchas de sus obras de esa época y de años posteriores; como es el caso de Tres esferas (1945), Balcón (1945), Estrellas (1948), Banda sin fin (1956), Cisnes (1956) o Cinta de Moebio II (1963):
La aproximación al infinito de Escher
En 1955 comienza la última de sus etapas reseñables, el período de la aproximación al infinito, donde pone en práctica todas las investigaciones que había llevado a cabo durante dos décadas y las lleva en muchos casos al extremo. Elementos que son fondo y figura al mismo tiempo, que parten la superficie sin dejar vacíos y se repiten y crecen o decrecen hasta el infinito; como sucede en Peces y escamas (1959), en Límite circular IV (cielo e infierno) (1960) o en Límite cuadrado (1964):
De este período de aproximación al infinito son las estampas más famosas y características de Escher, las figuras imposibles, a las que solamente les encontramos un sentido coherente fijando la atención en una zona concreta de la imagen; pues en ellas podemos encontrar suelos que son techos a la vez o personas que suben y bajan mientras recorren escaleras en una misma dirección. Merece la pena fijarse bien en sus detalles. Las más destacables son Cóncavo y convexo (1955), Relatividad (1953), Belvedere (1958) o Escalera arriba y abajo (1960) (de la que ya hablamos hace unos meses en el artículo Teorías de la Gestalt y sus aplicaciones publicitarias) o Cascada (1961):
La litografía más impresionante de este período es Galería de grabados (1956), en la que se puede contemplar el interior y el exterior de una galería de arte en la que se exponen sus propios trabajos. El exterior, además, forma parte de un pueblo que es al mismo tiempo parte de un grabado expuesto:
En 1970, se instaló en la Casa Rosa Spier de Laren, una casa donde los artistas podían tener sus propios estudios al tiempo que gozaban de todo tipo de atenciones. Allí falleció el 27 de marzo de 1972.
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Escher en Madrid
Ahora, como ya contáramos en el artículo 2017, año de grandes exposiciones en Madrid, la obra de Escher visita nuevamente Madrid; en una retrospectiva que se podrá contemplar desde el 2 de febrero hasta el 25 de junio de 2017, esta vez en el Palacio de Gaviria. Una exposición en la que se podrán contemplar 200 obras que han admirado tanto cristalógrafos como matemáticos y que han influido en el imaginario de artistas y diseñadores; que incluirá además experimentos científicos, áreas de juego y recursos educativos que contribuirán a que visitantes de todas las edades comprendan sus perspectivas imposibles, sus imágenes desconcertantes y los universos aparentemente irreconciliables que se unen en él para formar una única dimensión artística.
Libros de referencia:
Estampas y dibujos, de M. C. Escher (Taschen GmbH).
El espejo mágico de M. C. Escher, de Bruno Ernst (Taschen GmbH).
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